ROCÍO
Cuando te vi por primera vez, supe que serías una de las personitas más especiales que jamás hubiese conocido, contigo empezábamos una nueva etapa, llegaste para darnos una pincelada de color más a nuestras vidas.
Carta a una Amiga
Linda: el día 24 tuvimos que sacrificarte, vaya fecha más señalada, yo no quería pero no había más remedio, ya estabas muy malita, lo siento. Te llevamos al veterinario para intentar curarte, pero no servía de nada, ibas a seguir empeorando, creo que tu sabias que estabas muy malita, solo espero que no hayas sufrido mucho.
Oposición de sentimientos
De repente sentí unas ganas incontenibles de reir, y lo hice, rei como nunca lo había hecho, rei con fuerza, a carcajadas, con verdadera felicidad. La vista se me nublo y lagrimas cayeron al piso sordamente. Pero no eran lagrimas de tristeza , eran de un felicidad extrema, tanto, que hizo que mi cuerpo confundiera los sentimientos hasta el punto de hacerme llorar.
A mi alrededor las personas me miraban con una mezcla de verguenza ajena, susto e indignación. Yo no podía entender porque no reían conmigo, y les quería preguntar, pero no había forma de que parara de reir, nunca me habia sentido asi. Las personas comenzaron a amontonarse a mi lado a preguntarme si me sentía bien, otros se miraban entre ellos y negaban con la cabeza. Un grupo de personas intentó sostenerme, como si pensaran que me iba a desmayar. Pero yo no tenía pensado eso, yo queria disfrutar todo lo posible aquel sentimiento completamente nuevo para mi.
De la multitud vi salir a dos hombres vestidos completamente de blanco, que desencajaban con el paisaje oscuro que habia a mi alrededor. Los hombres, al ver que no podían controlarme, me inyectaron algo en el brazo, e inmediatamente todas mis emociones se esfumaron. No sentia absolutamente nada, mire a la multitud. No entendía porque la gente lloraba, que egoistas eran...
Los hombres me habían agarrado cada uno de un brazo y ahora me llevaban arrastrado hacia la ambulancia. Yo no opuse recistencia, y me di vuelta para ver por última vez la escena:
Las personas se abrazaban, lloraban, se miraban horrorizados. Sus caras desencajadas y nunca pude entender si lloraban por mi o por la muerte de mi padre.
La historia de un niño que dejo de amar…
Erase una vez un conejito de peluche que era feliz. Vivía con un niño que jugaba con él y acariciaba su piel grisácea y suave. Por las noches, lo abrazaba dulcemente bajo las sábanas de su cama y cuidaba de él como si fuera su propia vida. Los años iban pasando y el niño crecía y crecía, y aquel muchachito inocente, cariñoso y risueño había dejado paso a un adolescente rebelde y brusco.
Un día, los amigos del chico aparecieron por sorpresa y él, en un arrebato, lo cogió de las orejas y lo tiró dentro de un armario, como si se avergonzara de las huellas de su infancia.
Dentro del oscuro armario, el conejito notaba como le dolía la herida que tenía en su corazón de algodón, recordaba como el chiquillo, que tanto amor le había dado, lo había tratado tan cruelmente. Tantos momentos mágicos que habían pasado los dos juntos habían sido borrados en unos instantes. Sentía como parte de su interior salía fuera de su ser, tejidos de sentimientos desbocados salidos de la herida de la oreja por donde el chico lo había cogido tan bruscamente. Fuera se oían las voces y gritos del chico y sus amigos que hablaban a la vez.
Pasó mucho tiempo, tal vez horas, meses o quizás años, hasta que el armario se volvió a abrir. Apareció una mujer de piel bronceada que jamás había visto, lo cogió en brazos con expresión triste. Busco el costurero y comenzó a coserle la oreja dejándolo como antes. Cuando acabó le dio un baño, tratándole con sumo cuidado, lo seco y lo cepillo con esmero, y finalmente lo perfumó con una fragancia muy suave.
Lo volvió a coger y lo llevó a otra habitación donde estaban un hombre y un bebé. El conejito reconoció al hombre de inmediato, era el niño que tanto lo había querido que se había hecho mayor. Este cogió al bebé en brazos, una niña de piel morena, igual que la de la mujer, y de cabellos castaños, igual que los del hombre. La mujer sonreía, radiante, mientras decía "María, mira a tu nuevo amigo". La mujer entregó el conejito a María que lo miró con una expresión de sorpresa adorable y unos segundos después lo abrazó con sus manos delicadas y pequeñitas, el conejito sonrió por sus adentros.
Erase una vez un conejito de peluche que volvió a ser feliz...
Tu y yo nos pertenecemos
Tú y yo nos pertenecemos, gire hacia donde gire el tiempo.
Hacia el pasado: nosotros.
En el presente: nosotros.
Hacia el futuro: nosotros.
Entre risas y lavandas, entre rocas y olivos caminas a mi lado. Tierras, escalinatas, un pueblo, mariposas de alas cristalinas en un trozo de papel partícipes de nuestro amor.
A lo lejos la figura sutil de un pequeño felino que atento observa nuestro caminar cogidos de la mano. Permanece quieto, mirándonos, sumándose a la complicidad de todo lo que nos rodea, de nuestras voces, nuestra presencia, nuestras miradas.
Juguetón, maúlla, gira panza arriba reclamando caricias, dejándose hacer con los ojos entrecerrados y un ronroneo creciente. Un poco más abajo, un perro celoso pretende, con insistentes ladridos, muestras de cariño también para él.
Nos miramos sorprendidos, imposible evitar una carcajada. Me tomas entre tus brazos, me besas y el mundo desaparece: sólo tú, sólo yo, nosotros.
Nuevas risas nos regresan a la realidad. No hay misterios, sólo nosotros bajo el techo del que cuelga un ventilador con sus aspas quietas, mientras el tiempo da otro giro hacia nuestro pasado, presente y futuro.
La sinceridad del espejo
El espejo le devolvía violentamente una imagen que se negaba a aceptar. El pelo amarilleaba en la raíz, tendría que usar algún tinte como respuesta a los años que se empeñaban en llegar. ¿Por qué el tocador al que tanto había sonreído la torturaba ahora de esa manera? Y aunque, con esfuerzo esta vez, de nuevo sonrío a su reflejo. Una sonrisa cómplice, con la que esperaba encontrar la belleza perdida ya por el camino. Pero no fue así. Su rostro que algún día había sido terso, de la piel más blanca que podamos imaginar, casi transparente, ahora se dibuja arrugado y manchado por cada mal rato pasado, se había marchitado. Sus ojos, que siempre habían mantenido una luz resplandeciente en las pupilas, hoy se fruncían sobre sí mismos desfigurando totalmente su contorno. Estaba cansada ya de aguantar su cuerpo sujeto a un recuerdo. Como se sujeta un suicida arrepentido a la baranda de un balcón. Con los pies danzando sobre un destino inevitable y la certeza de su caída al vacío. La vejez le iba llegando y no iba a tener compasión alguna. De eso estaba segura.
Pero si los años iban a ganarle esa batalla, ella no iba a dejar de oponer resistencia. Mirando desafiante su propio reflejo cogió con fuerza el carmín y se pintó los labios minuciosamente. El mismo rojo de siempre en una boca ya marchita. Dio color a sus mejillas para devolverles la alegría y el rubor que la sobresaltó tantas veces ante la mirada firme de un hombre. Y se ayudó de un peine de púas gordas para definir cada rizo de su pelo. Para terminar con los pasos que había seguido tantas veces se roció con el perfume de siempre, olor a jazmín. El mismo olor que tenía cada uno de sus vestidos y las sabanas de su cama. Y cuando terminó de disfrazar las arrugas sintió que el reloj de la pared la piropeaba parando para ella sus agujas.
Atrás quedaron los años en que su belleza fue envidiada por tantas mujeres. Ahora, sentada en aquel taburete le devolvía la mirada una señora. Un papel que nunca se había planteado interpretar y le estaba siendo impuesto por el tiempo. Sentía que se consumía con cada segundo, como cada grano que cae en un reloj de arena.
Se levantó despacio frotándose las arrugas de la falda, con esas sí que podía, y se quedó allí de pie. Dándole la bienvenida a la nueva Lola, ahora llamada Dolores. La señora en la cual se había convertido y se había negado a ser. Con la palma de la mano se quitó el carmín y sonrío. Se encendió un cigarrillo para marcar la boquilla con los restos que aun quedaban. Lo consumió tranquila, lastimando con cuidado sus viejos pulmones. Después se dio un beso en la yema de los dedos y lo posó sobre el espejo al mismo tiempo que le daba la espalda. Ya había perdido demasiado tiempo de su vida delante de él.
Sueños hechos realidad
nos volvemos a encontrar
y sueño que entre mis brazos
yo te puedo acariciar.
Sueño que mi voz te gusta
que te hace suspirar
siento que mis pensamientos
te acaban de llegar.
Sueño que la vida es sueño
y los sueños son verdad
por eso yo de mis sueños
no me quiero despertar.
Sueño que contigo salgo
cada día a pasear
sueño que contigo bailo
y me rio sin parar.
Sueño que cada mañana
tu súper feliz estás
y siento que se contagia
como si fuera enfermedad
Sueño que la vida es sueño
y los sueños son verdad
por eso yo de mis sueños
no me quiero despertar.
Sueño que te quiero mucho
y que tú me quieres más
y me parece imposible
superar la realidad.
Sueño que lo pierdo todo
y me quedas tu nada más
para mí eres más valioso
que el oro que me puedan dar.
Sueño que la vida es sueño
y los sueños son verdad
por eso yo de mis sueños
no me quiero despertar.